Las islas Maltesas suelen enamorar a quienes la visitan y no es extraño que el famoso caricaturista Henry Bateman haya sido uno de ellos.
Para los amantes de este género, éste es acaso el más cómico y brillante caricaturista de su tiempo. Nacido en 1887 en un pequeño pueblo australiano llamado Sutton Forest en New South Wales, Bateman viajó de pequeño a Inglaterra y allí permaneció la mayor parte de su vida.
Henry dibujó desde muy pequeño, produciendo dibujos cómicos que contaban historias. A la edad de 14 años ya había decidido que aquello sería su profesión. Con el tiempo, Bateman se convirtió en el caricaturista mejor pago y más famoso de su país: era buscado por publicistas de toda América, Australia y Europa.
Lo que pocos sabían era que Henry era también pintor y su gran ambición era convertirse en lo que llamaba “un verdadero artista”, como sus amigos pintores George Clausen o Lucian Pissaro. En el punto más álgido de su carrera y su fama, Bateman dio un paso al costado y dejó los dibujos animados para dedicarse a lograr su objetivo: armó una maleta con sus pinturas y emprendió un viaje por la campiña inglesa y el extranjero en busca de inspiración. Después de haber viajado por toda Europa, llegó a Malta a mediados de 1960, donde encontró un clima perfecto y ese encanto virgen que tanto había perseguido.
En las islas pasó sus últimos 5 años de vida pintando hasta el cansancio, experimentando a través de diversas técnicas. Murió a sus 84 años, pintando todos los días bajo el sol de Gozo, donde vivió una vida tranquila, en un hotel con las mejores vistas.