Anastasia Lesnikova no imaginaba que Malta terminaría siendo su lugar en el mundo, ese que hoy define como un hogar.
La moscovita llegó a las islas hace 12 años gracias a Maxim, su marido, quien entonces había decidido dejar su Rusia natal para estudiar inglés en Malta. Inicialmente Maxim había planeado pasar dos meses fuera de casa estudiando el idioma anglosajón, pero decidió extender su estadía y le sugirió a Anastasia sumarse al plan. Ella empacó las maletas y se embarcó rumbo al Mediterráneo. Terminados los estudios, Maxim encontró un trabajo que encajaba perfecto con su profesión. Así fue que, casi sin darse cuenta, el matrimonio ya tenían un apartamento y se estaban convirtiendo en isleños.
Anastasia, de 36 años, no tardó en encontrar su oficio: montó una agencia de viajes especializada en turistas rusos y hoy colabora activamente en la integración de la comunidad rusa en Malta. Desde su agencia organiza todo tipo de eventos como la Navidad Rusa y el Carnaval. Su objetivo es “introducir un poco de la cultura rusa en Malta. Hay una gran cantidad de matrimonios entre malteses y rusos; estos eventos ayudan a que las culturas se unan”.
Anastasia, que está embarazada de su primer hijo, asegura que “a pesar de las apariencias, la cultura rusa y la maltesa son similares, especialmente en la importancia que ambas le dan a los valores familiares” y rescata que las diferencias pueden ser complementarias: “los rusos son un poco más reservados que la gente del Mediterráneo, pero la vida en Malta me ha hecho más abierta”.
La mujer rubia, cuyos rasgos delatan su innegable proveniencia eslava, adora la seguridad, la estabilidad y sobretodo la tolerancia que encontró en Malta. También se enamoró de la cocina maltesa e incluso ha aprendido a cocinar bragjoli, uno de los platos típicos de la región.
Lo único que Anastasia tiene pendiente es el idioma maltés, que si bien lo entiende, ahora quiere aprender a hablarlo, porque aquí se quedará por mucho tiempo más.