Descubre los pueblos y aldeas de Malta

Además de los principales lugares turísticos y de la capital, Valletta, en Malta existen infinidad de pueblos aislados de gran belleza, que se erigen como  auténticas estampas de la vida mediterránea y el alma del pasado de las islas. Con sus animadas festividades y su especial forma de afrontar la vida cotidiana, forman una parte importante de la cultura actual del archipiélago maltés.

Algunos de estos pueblos son conocidos por sus fiestas y tradiciones, mientras que otros representan auténticas joyas nacionales, puesto que guardan tesoros arqueológicos o arquitectónicos de importante valor, sobre todo iglesias barrocas de gran belleza. También existen pueblos junto al mar, donde el ritmo de vida lo dicta la pesca. Por contra, la vida de los pueblos del interior está determinada por las cosechas de la fruta y verduras, que se cultivan en sus alrededores.

Un aspecto curioso y singular de las localidades de las islas maltesas son sus dimensiones, y es que no se definen por el número de residentes o de las calles. Su descripción se remonta, en realidad, a una época en la que los límites de las poblaciones estaban definidos por las parroquias. Tal es así que, algunas de las ciudades de mayor tamaño en Malta, como es el caso de Zebbug, aún a día de hoy son consideradas como pueblos.

Al igual que las Tres Ciudades (Vittoriosa, Cospicua y Senglea), el archipiélago maltés cuenta con los llamados ‘Tres Pueblos’, que son Attard, Balzan y Lija, situados en el centro de la isla principal. Durante la Edad de Oro de Malta, tras el Gran Asedio, muchas familias nobles construyeron sus casas allí, caracterizando estos lugares de una gran sofisticación, y convirtiéndolos en unos enclaves turísticos de gran interés.

En cuanto a los pueblos de Gozo, todos ellos se caracterizan por su pequeño tamaño y su ambiente apacible y rural, con tiempos marcados por las actividades de la parroquia y el campo. Descubrirlos pausadamente forma parte del encanto de la isla mediana del archipiélago y son la excusa perfecta para realizar una excursión de una jornada de duración.