Malta, esta joya en el corazón del Mediterráneo que no deja de conquistar a todo el que la pisa. Si eres de los que aman viajar para llenar el carrete de fotos y el estómago de comida deliciosa, prepárate, porque este destino es la definición de «todo en uno». Aquí vas a encontrar templos que cuentan historias de hace miles de años, calles que parecen salidas de una peli medieval y una gastronomía que, créeme, te hará reconsiderar cualquier dieta.
Un patrimonio histórico único
Empezamos con los templos megalíticos de nombres complicados, pero absolutamente alucinantes: Ħaġar Qim, Mnajdra y Ġgantija. Estos monumentos, fueron en su tiempo, lugares donde las antiguas civilizaciones expresaban sus creencias y su profunda conexión con la naturaleza.
Tanto fue así que la UNESCO los incluyó en su prestigiosa lista de Patrimonio de la Humanidad. Y si buscas algo aún más sorprendente, puedes visitar el Hipogeo de Ħal Saflieni, un templo subterráneo que data de más de 5.000 años, como si hubiera sido diseñado para asombrar a generaciones futuras. Sin duda, lo consiguieron.
Pero la cosa no queda ahí. Mdina, la antigua capital, es la guinda del pastel histórico. Esta ciudad amurallada, también conocida como “La Ciudad del Silencio”, es una joya medieval que ha visto pasar a fenicios, romanos, árabes y normandos. Cada uno dejó su marca, y el resultado es un lugar que parece sacado de un cuento. Si sus calles empedradas y sus palacios no te enamoran, las vistas desde las murallas seguro que sí. Además, si te suena de algo, probablemente la has visto en Juego de Tronos. Sí, Malta no solo es real, también es de cine.
Sabores auténticos del Mediterráneo: ¡Malta para comérsela!
La gastronomía en Malta es una auténtica celebración. Aquí, cada plato cuenta una historia, mezcla culturas y te envuelve con sabores que son puro Mediterráneo. Todo empieza con la ftira, que no es un pan cualquiera. Este tesoro crujiente, reconocido como Patrimonio Cultural Inmaterial por la UNESCO, lleva una combinación de ingredientes locales que te hará suspirar: tomates, aceitunas, alcaparras, atún y anchoas.
Si seguimos explorando, encontramos el fenek moqli, un conejo estofado que es mucho más que un plato típico. Es un símbolo nacional que representa la resistencia y el espíritu del pueblo maltés. Su sabor es cálido y reconfortante, como un pedacito de historia servido en tu plato.
Y claro, no pueden faltar los famosos pastizzi. Estas pequeñas delicias de hojaldre, rellenas de ricotta o guisantes, son el snack perfecto para llevar mientras caminas por las calles de Malta. Son económicos, están por todas partes y, lo mejor, son tan sabrosos que querrás repetir.
Para los amantes del mar, Malta tiene un festín de mariscos frescos que capturan la esencia del Mediterráneo. Cocinados con sencillez, pero con ese toque único que solo aquí saben dar. Y como todo gran banquete merece un buen brindis, los vinos malteses son la estrella que acompaña a la perfección. Variedades locales como el Girgentina y el Ġellewża aprovechan el sol y el clima mediterráneo para ofrecerte sabores únicos. ¿La mejor parte? Muchas bodegas tienen vistas increíbles al mar. Así que mientras saboreas una copa, puedes disfrutar de un paisaje de ensueño.
En Malta, no solo comes. Te conectas con su historia, te sumerges en su cultura y disfrutas cada momento. Este es el lugar donde el Mediterráneo se vive y se saborea en cada rincón. ¡Buen provecho!